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La huella de carbono es una medida que cuantifica el total de gases de efecto invernadero (GEI) que una persona, empresa, actividad o país emite directa o indirectamente a la atmósfera, expresada en toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO₂e). Estos gases, como el dióxido de carbono (CO₂), el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O), contribuyen al calentamiento global y al cambio climático al atrapar calor en la atmósfera.
A partir de la revolución industrial (siglo XVIII), los niveles de gases de efecto invernadero han aumentado debido principalmente a la deforestación y la quema de combustibles fósiles. Este hecho hace que la atmósfera retenga más radiación infrarroja (calor) y devuelva más calor a la superficie de la Tierra aumentando la temperatura media del planeta.
Según datos extraídos de Global Carbon Project (GCP), Agencia Internacional de Energía (IEA) y Our World in Data, en un año, las emisiones globales de CO₂ ascienden a aproximadamente 36 a 37 mil millones de toneladas (36-37 gigatoneladas) según las estimaciones más recientes. Estas cifras varían ligeramente año con año y dependen de factores como el crecimiento económico, el consumo energético, y los avances en energías renovables.
Mundo: La huella de carbono promedio global por persona es de aproximadamente 4.8 toneladas de CO₂ al año.
Para limitar el calentamiento global a 1.5 °C, el objetivo es reducir esta cifra a cerca de 2 toneladas de CO₂ por persona/año en todo el mundo. |
Para calcular las emisiones de CO₂ de la electricidad en hogares de diferentes países, se consideran varios factores, como la intensidad de carbono de la electricidad (es decir, cuántos gramos de CO₂ se generan por cada kWh) y el consumo promedio anual de electricidad por hogar. A continuación, se presentan estimaciones aproximadas basadas en estos factores para algunos países.
Estos valores son aproximados y pueden variar según la región, el método de producción y otros factores específicos. Sin embargo, ofrecen una visión útil del impacto que cada actividad, producto o servicio tiene sobre el ambiente, ayudando a entender la magnitud de las emisiones y las áreas donde se puede trabajar para reducirlas.
Reducir la huella de carbono es crucial para disminuir el impacto en el clima y contribuir a mitigar el calentamiento global. Menos emisiones significan menos acumulación de GEI (Gases Efecto Invernadero) en la atmósfera, lo que ayuda a estabilizar el clima y reducir los fenómenos meteorológicos extremos, la pérdida de biodiversidad y otros efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud humana.
Los mares y océanos juegan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático a través del fenómeno conocido como carbono azul. Este término se refiere a la capacidad de los ecosistemas marinos y costeros, como los manglares, marismas, pastos marinos y ciénagas, para almacenar carbono de manera natural. Estos ecosistemas son sumideros de carbono altamente eficientes, ya que capturan y almacenan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera.
La reforestación de manglares y la restauración de otros ecosistemas marinos aumentan significativamente esta capacidad de absorción de carbono, ayudando a mitigar las emisiones globales. Además, la conservación de estos hábitats marinos es esencial no solo para la salud del planeta, sino también para la adaptación de las comunidades costeras y la preservación de la biodiversidad. Por lo tanto, proteger y restaurar estos ecosistemas es una estrategia clave para reducir la huella de carbono y enfrentar los desafíos del cambio climático.
La huella de carbono es un indicador clave en los esfuerzos globales para combatir el cambio climático, pues permite medir el impacto ambiental y definir metas de reducción.
Estos valores provienen de estudios e informes internacionales de energía y cambio climático, que incluyen:
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